Recuerda una infancia y juventud feliz bajo el alero de una madre de familia que enseñó, a ella y a sus hermanas, nunca hacerle el quite al trabajo. Tras quedar sin empleo, probó suerte sin mayor éxito por su sobrepeso, por la cual un día decidió hacer ensaladas, empacar una caja completa y salir a vender recorriendo su población.
No tiene grandes lujos, pero las ensaladas le han permitido educar a sus hijos, la gente la llama, le hace encargos, sobretodo durante los veranos que se dedica a la huma y al pastel de choclo. Con una bolsa de nylon sale a vender bajo la lluvia, y hoy todos la esperan y confían en que la ensalada llegará a la puerta de su casa bajo el grito de “¿alo? ¡mujer!”